Cuando sentir que no merezco es una forma de mi EGO para protegerme
- Ps. Daniela Cifuentes
- 27 jun
- 3 Min. de lectura
Hay días en los que me esfuerzo un montón. Hago lo que toca, cumplo, me organizo, me conecto (según yo) con Dios, le pido respuestas… y no pasa nada. Nada tangible al menos. No llegan pacientes nuevos, no vendo, las deudas siguen ahí. Y aparece ese pensamiento silencioso: "¿Será que no lo merezco? ¿Será que no importa cuánto me esfuerce, no está destinado para mí?"
Y claro, ahí entra el ego. Pero no el ego que muchas personas imaginan como el que se cree más que los demás, sino otro tipo de ego: el ego que aprendió a protegerme sintiéndome pequeña.
Ese ego es el que me dice que mejor no lo intente tanto, que no haga ruido, que no me exponga, que me quede donde estoy porque “al menos ahí estoy acompañada”.
Es el mismo que durante años me hizo dejar cosas a medias: cursos, trabajos, proyectos. El mismo que me hacía dejar mis necesidades de lado por complacer a otros o no molestar. Y el mismo que me hace dudar hoy cuando estoy haciendo las cosas bien: "¿Y si alguien cree que no sé lo que estoy haciendo? ¿Y si estoy haciendo todo mal y nadie me lo dice?"
En terapia, he entendido que esa vocecita no es mi enemiga: es una parte de mí que me quiere proteger. Porque en algún momento aprendí —en mi historia, en mi familia, en mis relaciones— que ser vulnerable, ser chiquita, complacer o depender de otro era lo que me mantenía segura o amada.
He visto eso también en muchos de mis pacientes, especialmente cuando hablamos de relaciones de pareja. Hay personas que quieren soltar vínculos dañinos, pero algo las detiene. Me dicen que les da miedo no encontrar algo mejor, que prefieren lo conocido. Lo que yo veo ahí no es falta de amor propio, sino un ego herido que aprendió que "lo seguro" es lo que duele, pero acompaña. Que el malestar es lo que ya saben manejar. A veces les digo que esa duda que sienten, ese "no sé si puedo", no viene de su incapacidad, sino de su historia. Y que sí, sí pueden, solo que hay una parte de ellos que aún no lo cree.
¿Qué hago yo con esa parte mía?
No siempre es fácil. Pero he empezado a hacer pequeñas cosas que me sostienen:
• Creo frases que contrarrestan esas creencias viejas y me las pego en la pared.
• Me organizo con tareas semanales que me ayuden a ver avances reales.
• Cuando me siento abrumada, paro. No para rendirme, sino para escucharme.
• Reviso lo que me estoy diciendo, y si veo que es un pensamiento distorsionado, lo reestructuro. (Y también, no voy a negarlo, hago mi propia terapia... busco a mi psicóloga o uso una IA con la que ordeno mi cabeza 😅)
¿Y cómo lo trabajo con otros?
En consulta, cuando veo que alguien se sabotea o no logra soltar lo que ya no le hace bien, trabajamos varias cosas:
• Le damos forma al ego, lo miramos, lo escuchamos. Muchas veces lo que dice es: "Si sueltas, te vas a quedar sola otra vez".
• Visualizamos el yo del pasado y el del futuro. El yo del pasado es el que tiene miedo. El del futuro, el que ya sabe que puede.
• Revisamos las distorsiones cognitivas y las cambiamos con frases más realistas y amorosas.
• Y muchas veces, simplemente le damos un lugar a ese dolor antiguo. No para quedarnos ahí, sino para dejar de actuar desde él.
No es que uno no pueda. Es que a veces, tu ego aún cree que merecer te va a doler. Y ese ego necesita tiempo, información nueva, y experiencias que le prueben lo contrario.
No hay que pelear con él. Solo enseñarle algo distinto.

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